Saludo de inicio de función del nuevo Director de la Junta Regional de Educación Católica de Lomas de Zamora el Sr. Ignacio Leonetti.
Querida comunidad educativa diocesana:
Aprovecho esta ocasión para saludarlos y ponerme a disposición de ustedes.
Sabemos que los desafíos que nos convocan en la Educación Católica son grandes y variados. No abundaré en ejemplos que todos podemos imaginar y que ya han sido nombrados infinidad de veces. Pero sí quería dejarles un mensaje en este inicio de mis funciones.
Citamos una conocida reflexión del Papa Francisco:
“Educar es un acto de amor, es dar vida. Y el amor es exigente, pide utilizar los mejores recursos, despertar la pasión y ponerse en camino con paciencia junto a los jóvenes. En las escuelas católicas el educador debe ser, ante todo, muy competente, cualificado y, al mismo tiempo, rico en humanidad, capaz de estar en medio de los jóvenes con estilo pedagógico para promover su crecimiento humano y espiritual. Los jóvenes tienen necesidad de calidad en la enseñanza y, a la vez, de valores, no sólo enunciados sino también testimoniados.”[1]
El Papa nos señala un tesoro que el hombre, desde tiempos inmemoriales, ha cultivado y guardado celosamente: identificar la educación con la vida y el amor. Ya Platón medita largamente sobre el asunto que es uno de sus preferidos, lo cual constituye una nueva evidencia de cómo Dios ha sembrado en las culturas para que todo encuentre su plenitud y cumplimiento en Cristo Resucitado, el Maestro.
Sabemos que este amor convoca al docente desde su más íntima profundidad espiritual porque ser educador no responde solamente a un trabajo o a una profesión civil. La Educación es una forma de ser y representa un modo de pararse frente al mundo en busca de determinados horizontes muchas veces ocultos o lejanos. Por ello resultan imperiosas las dos consideraciones del Papa en el fragmento, a saber: perfeccionarse intelectual y afectivamente y caminar con nuestros jóvenes.
En primer lugar, sabemos que nuestra tarea como educadores es estar preparados para dar respuestas a los llamados actuales que nos interrogan desde nuestras mismas comunidades. Por este motivo es esencial recuperar la cultura de la formación permanente, la maduración de un pensamiento riguroso, del perfeccionamiento en las áreas disciplinares y pedagógicas que nos permitirán ser mejores docentes en nuestros saberes. Sin embargo, con esto no alcanza. Porque una inteligencia brillante despojada de una afectividad madura y ordenada probablemente no coseche frutos genuinos e incluso es posible que provoque dificultades en el camino educativo de nuestra vida y la de los demás.
Junto a la inteligencia, entonces, debemos ser conscientes de buscar madurar la voluntad y los afectos. Para poder amar más y entregarnos mejor en la tarea apasionante de ser Educadores Católicos necesitamos experimentar el llamado por el camino del Bien que atrae a nuestro ser a la perfección para así poder brindar mejores herramientas a nuestros jóvenes, sin importar edad, hacia esa misma meta de bondad que es Dios mismo.
En segundo lugar, caminar con nuestros estudiantes. El discipulado antiguo, comenzando por el ejemplo del mismo Cristo, implicaba vivir con el maestro. Compartir todo. Los tiempos han cambiado en formas, pero tal vez el “compartir todo” de nuestra época sea la presencia cercana que acompaña con los lazos de la empatía, el preocuparse por el discurrir vivencial del otro con sus alegrías y tristezas. Caminar con nuestros estudiantes –sin avasallamientos- puede implicar el compartir nuestro entusiasmo por la vida y los saberes recorridos, supone crear fraternidad y comunidad, saber que el otro existe y que necesita ser valorado. Y esto es así porque muchas veces valorar al otro pueda implicar sacarlo de las diversas postraciones a las que puede estar sometido el hombre.
Caminar con nuestros estudiantes es también ser animadores de una existencia que busca por encontrar sus propias definiciones. En esto el docente es un gestor de esperanza. Y lo menciono muy especialmente frente a las convulsiones que el mundo presenta (y que siempre ha tenido). Tantas manifestaciones de pesimismo y desesperanza nos recuerdan la imagen de los apóstoles atemorizados por la tormenta que los acecha en la barca. Pero Cristo está con nosotros en esa barca, por eso no debería caber en nuestro horizonte el frío del nihilismo contemporáneo y de sus representantes.
Concluyendo, quería compartir estas ideas en mi saludo y dejarles este concepto que las reúne: urge recuperar a la Persona Humana, Creatura de Dios, y la educación es uno de los medios más distinguidos para lograrlo. El desafío de nuestro tiempo desencajado de humanidad es volver a vivir el Humanismo Cristiano y gestarlo en nuestras escuelas y en nuestras aulas.
Encomiendo mi tarea a María Virgen, Reina de la Paz, y a San José, santo de la Providencia.
Un abrazo fraterno,
Dr. Ignacio S. Leonetti
Director General Ju.R.E.C
[1] Discurso a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica. 13/2/2014. Disponible en página oficial del Vaticano.